En el año 2012, tuve la ocasión de escribir el libro “Historia del Contramaestre Casado” junto con mi amigo Jesús Leal. Este heroico contramaestre mugardés, llamado José Casado, salvó a un marinero aquel aciago día del 3 de julio de 1898, en que se libró el combate naval de Santiago de Cuba contra la escuadra Norteamericana. Lo rescató del buque en llamas dónde se encontraba y con el agua infestada de tiburones al grito de “Yo no dejo morir a ese hombre”.
En 1921 un buque carbonero de nuestra Armada recibió el nombre de “Contramaestre Casado”, siéndole entregada una bandera de combate en el Arsenal de Cartagena en 1927, bajo el mando del entonces capitán de fragata Camilo Molíns y Carreras.
Por inescrutables circunstancias del destino, hace tres años contactó conmigo una de las nietas del contralmirante, Gloria Molíns, a través de otro buen amigo, Miguel Ángel Mira, que conoce bien mi interés por la investigación de la historia naval. El propósito de la familia era que se escribiera su historia, una historia trágica, pero que debía de ser contada para evitar que cayese en el olvido.
La historia de Camilo Molíns
Camilo Molíns, era gallego, de la ciudad de Vigo para más señas, hijo de un consignatario de dicha ciudad. Nació en 1876, eligiendo la carrera naval militar, ingresando por oposición en 1984 en la Escuela Naval Flotante de Ferrol.
No fue ni mucho menos cómoda su carrera, pues aun siendo todavía guardiamarina participó en la guerra de Cuba de 1898, y años más tarde lo haría también en las campañas africanas durante unos largos años.
Siempre que pudo regresó a su ciudad natal, desempeñando destinos en la Base Naval de Ríos o en la comandancia de Marina. En absoluto evitó los peligros inherentes a su profesión. Mandó el torpedero Nº9, el guardacostas “Tetuán”, el transporte de guerra “Contramaestre casado” o el “Blas de Lezo”. Embarcó también en los acorazados “Alfonso XIII” o “Carlos V”, entre otros. Sus destinos y vicisitudes serían muy largos de enumerar en estas líneas.
En el año 1934, ascendió al empleo de Contralmirante y por su filantropía y buen hacer en pro de la ciudad de Vigo fue nombrado hijo predilecto de la misma. Se sucedieron homenajes en su honor, destacando los que le hicieron los Armadores de Bouzas, o el Club Náutico al que estaba especialmente vinculado por ser uno de sus fundadores.
En 1935 fue designado para el mando del Arsenal de Cartagena por lo que marchó con su familia para tomar posesión. Se encontraba al frente de este Arsenal cuando estalló la Guerra civil el 18 de julio de 1936.
A pesar de sus intentos de pacificación fue cesado en el mando y más tarde encarcelado y procesado por un tribunal Popular que lo juzgó en 1937, acusado de negligencia, quedando absuelto.
El resto de la guerra lo pasó en el pueblo de los Belones, viviendo con grandes dificultades en una casa de los dueños del Gran Hotel de Cartagena, con su esposa, su cuñada, su suegra y sus diez hijos.
Al finalizar la guerra
Finalizada la guerra, fue detenido de nuevo y encarcelado, esta vez por los vencedores de la guerra, por los mismos hechos acaecidos en los primeros días de la guerra civil por los que ya había sido procesado y absuelto por el bando republicano.
El Consejo de guerra llevado a cabo en Cartagena lo condenó a cadena perpetua, pero al existir votos particulares de algunos miembros del tribunal, su causa fue enviada para su revisión al Alto Tribunal de Justicia Militar de Valladolid, siendo esta vez condenado a la pena capital por un delito de rebelión, sentencia que fue ejecutada el día 23 de junio de 1939 en Cartagena.
Era un marino ejemplar especialmente querido por sus subalternos, que siempre colaboró en la medida de sus posibilidades para mejorar la vida de los pescadores y de sus familias así como en el impulso de los deportes náuticos.
A pesar de sus méritos cuantificables, este almirante, segundo que dio la ciudad de Vigo después de Méndez Núñez, es una figura olvidada en esta ciudad, dónde, aun siendo hijo predilecto de la misma casi nadie que no sea de su familia lo recuerda.
Este libro ha podido ver la luz, no sin algunas dificultades, para que la vida y obra de Camilo Molíns, con sus luces y sus sombras, perviva en las bibliotecas navales de nuestro país.