Una irlandesa vecina de A Coruña figura como oficial en la Armada en 1603, Elena Nidonoch. Esta coruñesa adoptiva será pues la primera mujer oficial de la Real Armada y del arma de la Infantería de Marina en Europa. Es la única irlandesa con puesto de entretenimiento en la Real Armada en esta época, o sea mercenaria con puesto y retribución. Como la pontevedresa de origen monfortino Isabel Barreto es la primera almirante de un país occidental en 1595. Dos gallegas que hicieron historia en el mar.
La valiente Elena Nidonoch como tantos de sus compatriotas se hizo coruñesa y aquí vivió su exilio, pero sin dejar de combatir en mar y tierra. Galicia jugó un papel fundamental en el envío de ayuda a la causa irlandesa y como lugar de llegada de exiliados. En 1603, tras el fracaso de las guerras de los Nueve Años (1594-1603) y posterior expedición de tropas españolas en el puerto de Kinsale, al sur de la isla, muchos irlandeses acudieron a España para ponerse al servicio del rey.
Posiblemente los dos capitanes de mayor reputación y con sólo tropas irlandesas cualificadas para la Armada del Mar Océano fueron don Hugo Mosteyn (1603) y don Ricardo Burke (1604), que tenían en A Coruña su base de acción, y con ellos combatió nuestra coruñesa. Richard Burke recoge a mas de 200 irlandeses para la armada y presidios en Galicia, con barcos propios. Las crónicas de la época recogen la ferocidad de estas tropas, tratados por sus enemigos como salvajes y sin escrúpulos. Curiosamente el único caso que hemos encontrado de mujer con puesto de entretenimiento en la Armada ha sido el de Elena Nidonoch, en A Coruña (1603). Se puede comprobar en el archivo de Simancas (AGS. G.A. 89, 342. Relación de las personas irlandeses a quienes se les ha dado sueldos para servir en la armada, 1603).
En esta fecha seguían llegando muchos paisanos tras el fracaso del levantamiento contra los ingleses, y el rey decidió frenar la avalancha. También se citan quince criados del conde O»Donnell que estaban en Valladolid y A Coruña a los que se ordena volver. Otros recibieron dinero para poder volver a Irlanda, en concreto catorce soldados, entre ellos el capitán Bernardo O»Kelly y Ulises Burke. Muchas estirpes de irlandeses se hicieron célebres en el ejército español hasta el siglo pasado. En esta época, se decidió reorganizar las entradas y reconducirlas donde eran más necesarias. El principal destino de estos irlandeses fue la Armada o Flandes, para liberar puertos como A Coruña de tanta presión.
Entre los rebeldes irlandeses que luchaban en su tierra no faltaban mujeres, siendo el caso más célebre el de grace o malley. Pirata célebre de los mares de Irlanda en esta época fue esta Grace o´Malley (1530-1603) desde su base de Isla Clare. Fue señora de un clan, dueña de castillos, mercader de barcos hacia España y rebelde contra los ingleses. Excelente guerrera, armaba barcos que hacían la piratería o cobraban a mercantes y pesqueros que faenaban por sus aguas. Es a veces conocida como «La reina del mar de Connaught» y comúnmente, en el folclore irlandés, por su apodo de Granuaile, o Grainne Mhaol (pelo corto). No debemos olvidar la valeinte acción de muchas jesuitas irlandesas e inglesas en su labor de espías, refugiando católicos que llevaban y traían por mar.
¿Cómo eran estos soldados irlandeses al servicio de España ? Felipe II disponía en 1596 de un informe detallado de las fuerzas rebeldes en Irlanda, en total sumaban 5.900 infantes y 1.050 jinetes, armados con arcados, dardos y rodelas, algunos portaban arcabuces. Eran diestros en el uso de las armas, siempre las llevaban consigo. Para los españoles había dos tipo de soldados gaélicos, los «civiles» -pro-ingleses leales-, y los «salvajes» -anti-ingleses rebeldes-, soldados estaban acostumbrados a la guerra de guerrillas, por lo que en Galicia tuvieron las primeras nociones de disciplina en escuadrones.
Se pusieron al servicio español especialmente en Flandes, a consecuencia del cambio de mando del coronel Stanley en 1587, aunque también había algunos Old-Irish. Los «salvajes», aunque no estaban bien preparados tenían otras cualidades, como su capacidad de liderazgo y la lucha cuerpo a cuerpo por el buen manejo de las armas. Se les orientó al servicio en la Armada en Portugal y en el norte de España, sobre todo en A Coruña. Aunque tenían poco conocimiento de las técnicas militares, aprendieron a combatir, se disciplinaron y supieron apadrinar a nuevos soldados irlandeses, creando un lobby militar fuertemente apoyado primero por los obispos exiliados (Strong, Naugten, Ryan) y después por los nobles irlandeses (Kiladre, Desmond, Baltinglass, Offaly). Estos hombres tenían una fama terrible, como lo hizo notar el padre jesuita Robert Persons en 1596 en un informe para el rey. Decía que entre los «salvajes» estaban los indisciplinados bandidos Gallinglases, sin orden ni disciplina.
En 1603 hay una arribada masiva de irlandeses a Galicia para ponerse al servicio de rey. Son al principio tropas mercenarias pero una vez alguno es nombrado capitán debe jurar fidelidad al rey español. Y en 1604 están enrolados Cornelio y Dormicio Sullivan. Irlandeses de baja nobleza primero, y luego de alto linaje, se exilian e incorporan a la armada y ejército español. En su lucha contra Inglaterra y por la causa católica pretenderán un feudo español en Irlanda, colocando a su reino como súbdito de Felipe II. En 1607 se exilian los nobles O´Neill y O´Donnel, cabecillas de los clanes rebeldes o «salvajes». En los siglos XVII y XVIII hasta 30.000 hijos de Erín servirán en los tercios hispanos.
En principio son soldados mercenarios, no vasallos, salvo los capitanes que deberán jurar fidelidad al rey. Muchos actúan en calidad de entretenidos, a su disposición y a su costa, buscando hazañas y méritos para destacar, por lo que se apuntan a misiones especializadas como los modernos comandos. A los irlandeses se les considera a todos los efectos desde el primer momento como españoles en los tercios y luchan al lado de los peninsulares. Habrá obispos exiliados: Strong, Naugten, Ryand. Y nobles: Lacey, Struckley, O´Donnell, O´Neill. La firma de la paz de 1604 entre España e Inglaterra supondrá un duro golpe para las ansias emancipadoras irlandesas. Pero a la primera etapa bélica de los rebeldes (1587-1604) seguirá una segunda no menos intensa, 1630-1635. Decidió rehuir un nuevo combate y tomar rumbo norte con sus capturas.
Antes de 1603 la presencia irlandesa en Galicia era menor, había un teniente de una compañía de arcabuceros a caballo, Carlos Carry, (Archivo General Militar de Madrid, Libro 15, fol. 122), que actuó primero en Bretaña y luego en Ferrol, tenía a su cargo treinta irlandeses (AGS. G.A. 530, 82, Memorial, marzo 1598). En la Armada Invencible o en la flota perdida por Martín Padilla en 1596 en cabo Fisterra había ingleses e irlandeses. Después del desastre de 1596, Padilla verá frustrado por el temporal otro intento de atacar las costas inglesas, en Gales, en 1597. En 1601, ya con Felipe III, manda una expedición de apoyo a los rebeldes irlandeses, pero tiene que regresar por el mal tiempo.
En la Armada de Padilla de 1596 iban barcos con patrones y militares irlandeses, como el patache El Domingo irlandés, de 60 tn, hundido en Fisterra, con 26 soldados y 14 marinos. Tuvo 19 muertos. Las unidades menores contaban con sargentos y alféreces ejerciendo como capitanes. Capitanes irlandeses de infantería muertos en este siniestro fueron Carlos de Cremer, Enrique Riand y Roberto Lasey. Son apellidos de familias distinguidas en su lucha por la independencia irlandesa y la religión católica, en el apoyo a la causa del rebelde Hugh O´Neill conde de Tyrone, levantado en armas en 1594 contra la reina Isabel de Inglaterra, o de Red O´Donnell.
En el ejército español tendrán una larga ascendencia las sagas irlandesas. Hay un Francisco Cremer del regimiento de Gueldres en 1709. Y el apellido va a dar capitanes y maestros en la mercante de Bretaña en los siglos siguientes. Un obispo Ryand exiliado en 1590. Los Lasey, Lacey o Lacy son nobles y aparecerán durante siglos en nuestro ejército.
En cuanto a la otra gallega del cuadro, Isabel Barreto de Castro (Pontevedra, 1567-1612) está considerada la primera mujer que ostentó el cargo de almirante en la historia de la navegación. Llegó al Perú en el séquito del conde de Lemos, con el que estaría emparentada así como con la familia portuguesa de los Barreto, estirpe de navegantes y cargos en la India lusa. Fue esposa del navegante Álvaro de Mendaña, descubridor de las islas Salomón y las islas Marquesas, y a quien acompañó en su último viaje por el océano Pacífico que partió el 16 de junio de 1595, hacia las míticas islas Salomón.
La expedición constaba de cuatro embarcaciones, 378 personas, 280 de las cuales eran «hombres de mar y guerra». También iban tres hermanos de Isabel y el cronista portugués Pedro Fernández de Quirós. A la muerte de su marido doña Isabel tomó el mando de la expedición como «adelantada del mar Océano» y entre los recelos de los lobos de mar, con duras medidas, alcanzó las Filipinas. Según algunos cronistas al final de sus días retorno a Galicia.