viernes, diciembre 13, 2024
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El crimen del vapor Eolo. Asesinato en el puerto coruñés

Publicamos el artículo «1947. El crimen en el Vapor Eolo en el Puerto de La Coruña» de Carlos Fernández Barallobre, del boletín «Emblema» editado por la Orden de la Placa y el Mérito

Durante días circuló por La Coruña un rumor que poco a poco se fue haciendo insistente sobre un asesinato a bordo de un vapor, el Eolo, que se hallaba anclado en el puerto de La Coruña en los últimos días del mes de abril de 1947, concretamente el día 25. El vapor había arribado a La Coruña procedente de Canarias para descargar grano argentino. En la noche de ese día se produjo en el barco una fuerte discusión entre dos miembros de la tripulación, el telegrafista Eduardo Muñiz Llamas de 39 años, casado, con dos hijos y el alumno de náutica, agregado a la tripulación del mencionado Eolo, Carlos Aransay y Alvaro, soltero, de 25 años de edad.

El Eolo había sido anteriormente el vapor «Tynemouth», que matriculado en Gibraltar y fletado por el gobierno del Frente Popular fue capturado en 1937 por el Crucero Nacional «Almirante Cervera». Al final de la guerra de liberación española 1936-39, fue vendido a la Naviera Añón, y rebautizado como «Eolo» y posteriormente pasó a depender de la Naviera Bilbaína. 

Una llamada telefónica de parte del abogado madrileño Antonio Sánchez Luna al magistrado Juez de primera Instancia de la Coruña Sr. Roberes, alertaba el día 6 de mayo de la desaparición de su cuñado Carlos Aransay, que navegada a bordo del Eolo el cual se hallaba anclado en el puerto de la Coruña. El abogado Luna informó al juez que su cuñado Carlos, había pedido al capitán del buque un permiso de dos días para visitar a un hermano que servía en la Armada en el Ferrol del Caudillo. Carlos Aransay no llegaría al Ferrol y ahí se le perdería la pista. 

De inmediato dos funcionarios de la policía coruñesa, el inspector de Policía Carlos Lorenzo Carribas, junto al agente Casto Armesto, puestos a las órdenes del juez Roberes por el Comisario Jefe Señor Fontana, pusieronse a trabajar, comprobando que el señor Aransay había desaparecido el día 25 de abril, temiendo que fuese víctima de algún suceso violento. 

Las investigaciones llevaron a conocer que Carlos Aransay había estado la noche del día 25 en diversos locales de ocio de La Coruña, acompañado por dos personas de distinto sexo, que fueron interrogadas pero que no arrojaron luz al misterio. Fueron puestas en libertad. 

El juzgado interrogó a toda la tripulación del buque, excepto al radiotelegrafista Eduardo Muñiz, que se había ausentado a Barcelona de vacaciones. Ante aquella ausencia, el juez y los investigadores concentraron todos sus afanes en Eduardo Muñiz, pudiendo comprobar por declaración del señor Ferreiro, agente de la casa consignataria del barco, que el día 25 de abril una gran cantidad de sangre se había filtrado desde el camarote del radiotelegrafista a la cantina de buque. 

Muñiz dijo que había tenido una profunda hemorragia a consecuencia de una ulcera de estómago que padecía, negándose a ser reconocido a bordo y solicitando ser visto por un médico de La Coruña, adonde acudió acompañado por el segundo oficial del barco, y que le recetó unos medicamentos y le aconsejó reposo absoluto. Ante aquello, nadie sospechó del radiotelegrafista. Con Carlos Aransay pretendidamente en Ferrol, Eduardo Muñiz se negó en redondo a salir de su camarote mientras se limpiaba la sangre que había en el suelo. La tripulación quedó sorprendida por la actitud de excitación en que se hallaba Eduardo Muñiz. Antes de emprender viaje a Barcelona algo que hizo el día 30 de abril, Muñiz entró y salió varias veces del barco, en el caul no dormiría, alojándose en varios hoteles coruñeses. 

Con gran celo profesional los funcionarios de policía comenzaron a atar cabos y descartaron que tal cantidad de sangre, como había referido el agente de la casa consignataria, fuese un vómito de Eduardo Muñiz, comenzado a barajar la posibilidad de que proviniese de un asesinato, precisamente el desaparecido Carlos Aransay, cuyo cuerpo podía estar en el fondo del puerto coruñés. Con tal motivo, la Policía, solicitó al juzgado la presencia de dos buzos que reconocieron las aguas sin encontrar nada. 

El juez daría orden de detener a Eduardo Muñiz a fin de interrogarlo, siendo apresado en la ciudad Condal, el día 8 de mayo, en su casa, junto a su esposa y tres hijos de corta edad, trasladándole a La Coruña dos agentes de la Brigada de Investigación Criminal y puesto a disposición del juzgado coruñés, donde, tras ser sometido a un rápido interrogatorio, se vino abajo, declarándose autor del asesinato de Carlos Aransay. 

Eduardo manifestó que en la noche del 25 de abril discutió con Carlos Aransay por la liquidación de un negocio de contrabando de tabaco, valorado en 10.000 pesetas, que el telegrafista no quiso devolverle a Carlos, quien se las había entregado en depósito. Mató a Aransay en la sala de máquinas de varios martillazos en la cabeza, tras una violenta discusión. Tras ello, introdujo su cuerpo en un saco, le añadió peso, lo arrastró por la cubierta tirándolo al mar. 

El día 13 de mayo el cadáver de Carlos Aransay fue hallado flotando en el puerto coruñés. Tras la autopsia el cadáver presentaba cinco heridas en el cráneo, tres de ellas mortales de necesidad. Fue enterrado en el Cementerio coruñés de San Amaro, en el nicho 525 del tercer departamento. 

Eduardo Muñiz sería fue sometido a Consejo de Guerra sumarísimo, celebrado el día 31 de enero de 1948 en el Palacio de Justicia de la Coruña, presidido por el Capitán de Fragata Otero Goyanes. La sentencia condenaría a Eduardo Muñlz a muerte, siendo ejecutado en Ferrol, varios días después, bajo la aplicación de la Ley Penal y Disciplinaria de la Marina Mercante. 

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