Aventureros y escritores sumaron Galicia a sus caminos y son varios los nombres de célebres mujeres curiosas que se acercaron a nuestra tierra. Todas ellas de fascinantes biografías como lady Fanshawe, una alta señora en la esfera diplomática, enamorada de España.
Su paso por Fisterra nada tuvo que ver con la peregrinación, el comercio o la visita de placer, sino con la piratería. Pero su experiencia nos aporta nuevos datos siempre interesantes sobre los tráficos de grandes barcos por nuestra costa en el siglo XVII, los peligros del corso (en este caso berberisco) y el uso de grandes barcos de carga y pasaje por las nuevas potencias comerciales y coloniales (Holanda, Inglaterra).
Sucedió en 1650 cuando la dama acompañaba a su esposo a la embajada inglesa ante la corte de Felipe IV en viaje de Londres hasta Cádiz. Navegaban en un gran navío holandes bien armado (60 cañones y 200 hombres), con mercancía y pasajeros, de los muchos que comunicaban el norte con Lisboa y el Estrecho.
El estado del barco, con la mayor parte de los cañones ciegos para colocar más cargas, camarotes habilitados para el pasaje, el porcentaje de marineros, y las disposiciones del capitán contra los piratas, nos llevan a pensar en un mercante armado de la VOC de Amsterdam (Compañía Holandesa de las Indias Orientales) en ruta a Indonesia. Los holandeses como los ingleses necesitaban el oro y la plata de España y Portugal para comprar especies y bienes en Asia, por lo que hacían escala en sus puertos para negociar.
«Señoras sin fronteras»
Cuenta Barbara Hodgson en «Señoras sin fronteras» (Lumen, 2006) que España y Portugal se consideraban destinos exóticos, pero viajar a estos países tenía el inconveniente de las epidemias de cólera, los caminos infestados de bandoleros y una comida indigesta (Los ingleses aborrecían especialmente el ajo y el aceite). «Sin embargo, nada de esto consiguió desanimar a lady Fanshawe, una de las primeras personas que viajaron a la península Ibérica y que la visitaba con cierta asiduidad».
Su esposo, sir Richard, era embajador de Inglaterra en España, donde la pareja vivió en 1647, 1662 y 1664. Los Fanshawe viajaban con todos los lujos. La élite europea los agasajaba, pero acudir a aquellos suntuosos acontecimientos entrañaba inconvenientes y riesgos, tanto por tierra como por mar.
«Creímos que nos llevarían a todos como esclavos»
El peligro que vivió en nuestro mar en 1650, cuando un barco pirata turco se aproximó a la nave en que viajaba, fue relatado por lady Ann en sus memorias:
«Creímos que nos llevarían a todos como esclavos, porque (el capitán holandés) había cargado de tal modo el barco con mercancías que transportaba a España que no podía utilizar los cañones, aunque la nave disponía de sesenta. Pidió que sirvieran coñac y, tras beber una buena cantidad tanto él como sus hombres, que eran cerca de doscientos, ordenó que trajeran armas y despejó la cubierta lo máximo posible, decidido a luchar para no perder su barco, que valía treinta mil libras. La situación era muy apurada para nosotros, los pasajeros, pero mi esposo nos pidió que nos quedáramos en los camarotes y no nos dejáramos ver (ninguna mujer), porque así los turcos creerían que se trataba de una tripulación de guerra; en cambio, si veían mujeres, nos tomarían por comerciantes y se lanzarían al abordaje…El bruto capitán me había encerrado con llave en el camarote. Golpeé la puerta y pedí ayuda a gritos durante mucho tiempo, pero no sirvió de nada, hasta que por fin apareció un grumete y abrió el camarote. Deshecha en lágrimas, le dije que tuviera la bondad de dejarme su gorra y su impermeable alquitranado, a lo que accedió, y le di media corona. Tras ponerme estas prendas y despojarme de mi ropa de dormir, me deslicé silenciosamente hasta la cubierta, donde permanecí junto a mi esposo, dejando a un lado el mareo y el temor, y asimismo, lo confieso, la discreción».
Lady Ann Fashawe amaba España
Los bandoleros, los naufragios y los marineros borrachos formaban parte de las dificultades. «Además, lady Ann a menudo viajaba estando embarazada, tuvo, dependiendo de las fuentes, entre catorce y dieciocho hijos, de los cuales pocos sobrevivieron» informa B. Hodgson, quien explica que «Lady Ann Fanswave amaba España. Consideraba que la comida española era mejor que la inglesa (aunque admitía que encontrar algo decente era un problema para quienes no tenían dinero), que los modales de los hombres eran impecables, que la belleza de las mujeres era notable y que cuando viajaban con los individuos más joviales del mundo, mientras comen, reparten sus provisiones, cualquiera que sean, entre todas las personas con las que se encuentran».
En junio de 1466, Sir Richard contrajo unas fiebres palúdicas recurrentes y falleció, entonces la reina española, Ana, invitó a lady Ann a quedarse en el país y le ofreció una generosa pensión, pero ella la rechazó. En tan largas estancias y con tantas visitas en este siglo de flotas o naves inglesas, suponemos alguna escala en nuestras ciudades o una visita a Compostela de la pareja, en misión incógnita o acompañando al rey y a los nobles, pero no guardamos certeza. Sus memorias no se publicaron hasta 1829.