viernes, abril 26, 2024
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Gil de Andrade, el gran marino gallego de Lepanto

La célebre batalla de Lepanto se recordó este miércoles. El gran combate naval tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 cerca de la ciudad griega de Náfpaktos (Lepanto en italiano y español). Se enfrentaron en ella la armada del Imperio otomano contra la de una coalición católica, llamada Liga Santa, formada por el Imperio Español, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya.

Gil de Andrade

Como sabemos los católicos, liderados por Juan de Austria, resultaron vencedores. Se salvaron solo treinta galeras otomanas de casi 300; pero no es bien recordado que un marino gallego, Gil de Andrade se significó entre los 8.000 españoles combatientes.

Al mando de su nave fue enviado a inspeccionar al enemigo por el Egeo. Retornado exitoso con la información detallada de su posición. Luego en el combate atacó como capitán general de las galeras españolas mandando el ala central de la escuadra por cuatro veces la capitana y dio el grito de triunfo cuando clavó en su pica la cabeza del almirante Alí Bajá.

Por la valía de su gallego don Juan de Austria dedicó a Santiago el gallardete cogido por nuestro marino a la capitana turca y quiso el gran almirante que se guardase en Galicia, por ello fue colgado en la bóveda del coro de la Catedral de Santiago. Andrade, caballero comendador de la Orden de San Juan se había distinguido en la guerra de los moriscos en 1568.

Al mando de una escuadra vigiló el Mediterráneo andaluz, obstaculizando el suministro de municiones y víveres desde África a los rebeldes, mientras por tierra el ejército de Lope de Figueroa combatía en las Alpujarras. Él mismo con muchos soldados llegados de Galicia les venció en tierra en el ataque final en 1571.

La victoria de la batalla fue atribuida a la Virgen del Rosario, por haberse celebrado el primer domingo de octubre, fecha en la que las cofradías del Rosario, fundadas por la Orden de Predicadores a la que pertenecía el papa san Pío V. Este mismo papa organizó un rosario público el día de la batalla naval en la basílica de Santa María la Mayor, estableció la fiesta de la Virgen de las Victorias el primer domingo de octubre. En 1573, Gregorio XIII la denominó fiesta de la Virgen del Rosario, y la trasladó al 7 de octubre. El día de Lepanto.

El 26 de septiembre las fuerzas de la Santa Liga llegaron a Corfú, mientas que Gil de Andrade había sido enviado en secreto a Lepanto para calcular las fuerzas otomanas.

La opinión predominante fue que ya era tarde para una guerra abierta y que deberían atacar en la costa albanesa y volver a Italia. La decisión final fue tomada por don Juan de Austria y por Romegas, Caballero de Malta, a quién Juan tenía confianza.

En el campamento de sus adversarios la tendencia también era evitar el conflicto, pero un consejo militar de la noche del 4 de octubre juzgó que si los occidentales atacaban, los otomanos deberían contraatacar. Durante la noche del 6 de octubre 1571, la flota otomana zarpó del puerto de Lepanto para enfrentarse a la flota de la Santa Liga.

Las fuerzas turcas se alinearon a lo largo de la entrada del golfo de Patras, cerrando el paso a las fuerzas occidentales hacia la base naval de Lepanto. Al mismo tiempo la flota occidental, que había hecho su última parada en Cefalonia, empezó los preparativos de la formación de ataque.

El amanecer del 7 de octubre halló a las dos flotas en formación paralela y lineal en la entrada del golfo de Patras, al sur de la punta Escrofa, con la parte sur de cada flota llegando hasta los islotes Curzolari (Equínadas). En el combate se significan las naves españolas nutridas de arcabuceros y hombres de armas. La capitana turca era la Sultana y se enfrentó a La Real, capitana cristiana, a bordo de la cual estaba don Juan de Austria. Las dos naves se arrimaron y a continuación tuvo lugar un combate cuerpo a cuerpo.

El almirante otomano, Muezzinzade Ali Pasha, murió al alcanzarle una bola de mosquete en la cabeza. Los españoles le decapitaron y montaron su cabeza en un palo para desanimar a su flota, mostrando también el estandarte sagrado de los califas que habían tomado en su posesión.

Por cuarta vez atacaban la capitana y ahora era Gil de Andrade enarbolando en una pica la cabeza del almirante turco daba el grito de triunfo. A la impresión que causó la muerte de Alí Bajá y la vista de la bandera de la nave capitana turca a media asta, se añadió el contraataque de las galeras católicas del centro. Uluj Alí, viendo perdida la batalla, se dirigió hacia el sur de la entrada del golfo de Patras y a continuación huyó hacia el mar Jónico, logrando llegar a Estambul con parte de su escuadra.

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