El caso del naufragio del Art en Camariñas en un mes de septiembre volvió a reverdecer las escenas de raqueo habituales en todas las costas del mundo. Intentar «apañar» algo de los restos de un barco, sobre todo si parece abandonado. Y además la acción de los raqueros de Camariñas fue televisada.
El yate Art
El 7 de septiembre de 2005 un barco de recreo de veintidós metros de eslora, un Sunseeker de la serie Manhattan 64, dotado de potentes motores y las últimas tecnologías, propiedad del presidente de un campanudo club de fútbol español y valorado en dos millones de euros con el nombre de Art encalló en la costa más peligrosa de Camariñas cuando navegaba de Gran Bretaña a Mallorca. Allí tenía que ser entregado a su propietario, que no llegó a estrenarlo.
Unos marineros alemanes iban a bordo, en unos días de buen tiempo y buena mar, por lo que resulta inexplicable que el yate buscase un «carreiro» entre peligrosos bajos para encallar sobre sólidas peñas en tierra.
Probable despiste de la tripulación
Para unos, había sido llevado a propósito, algo fuera de toda lógica, salvo la existencia de seguros por medio, como tantas veces sucedió en el pasado. Lo más probable era un despiste de la tripulación y un barco sin gobierno llevado por la corriente a ese punto, con mucha fortuna de no haberse hecho trizas antes.
Enseguida algunos avispados intentaron pillar algo del barco, incluso con los marineros dentro, o con periodistas y cámaras de tv en el entorno. Seis personas fueron investigadas por el saqueo.
Pantallas de plasma, alimentos de la nevera, la silla del patrón, puertas, un plotter, timón. Piezas, sobre todo las tecnológicas, sin uso pues estaban adaptadas al barco. En fin, una requisa inútil, aprovechando además el almacén municipal de Protección Civil para guardar parte del botín. Un género valorado en 50.000 euros.
Salvamento Marítimo a los pocos días renunció al rescate por el empeoramiento del tiempo y la situación del barco, golpeado una y otra vez por el oleaje intermareal. Los técnicos consideraban prácticamente imposible el rescate.
Punta do Boi, punto fatídico de la Costa da Morte
El lugar de nuevo se convirtió en un reclamo para la visita turística alimentando la leyenda de la Costa da Morte. Estaba en las cercanías de punta do Boi, un lugar fatídico en donde nunca se pudo rescatar un barco. Pero para todo hay una primera vez y en este caso fue una empresa coruñesa con Carlos San Claudio Santa Cruz al frente la que lo logró.
El casco estaba dañado y por mar no había calado para un barco remolcador, en un fondo de temibles piedras. Carlos, con ayuda de dos marineros de Camelle, Manuel Tajes y su hijo, se metieron a ello ante la incredulidad general. Se fijó mejor el casco para evitar la acción demoledora del mar.
Cubrieron los huecos del casco con espuma especial e instalaron bombas de achique en el interior. Con la subida de la marea lo sacaron por mar hacia Camelle, valiéndose de las lanchas de los dos camellanes que le dieron remolque el 15 de septiembre. Finalmente un camión transportó el yate a un astillero para su reparación general.
Años después el rescatador coruñés nieto de conocidos «homes do ferro» lo reparó y lo vendió a un empresario extranjero que lo pintó de azul celeste y por el Mediterráneo navega. «A única embarcación que saiu da punta do Boi desde que existe este mundo, e cantos papou o Boi…» recuerda Santa Cruz.